Mujer oriental peinando el cabello de otra mujer. Imagen realizada con ia

Hoy traigo una pequeña curiosidad.

Cuando comenzamos una novela, los autores brújula, solemos escribir sin tener muy decidido el camino que va a tomar la historia. Yo personalmente me dejo llevar un poco, permito que los personajes lleven su ritmo y creo diferentes escenas, muchas de ellas nunca van a ver la luz, pero me ayudan a meter a los personajes en la trama. Digamos que a veces escribo escenas tras las cámaras para que, de ese modo, me pueda hacer una idea de lo que ha pasado antes de que se desarrolle la escena principal.

Cuando uno crea una historia, tiene que saber separar el grano de la paja, o lo que es lo mismo, las escenas que aportan valor a la novela de las que solo rellenan páginas.

Aquí, sin ir más lejos, tenemos un ejemplo. En la novela Los Salvattore – El Puñal Sagrado, la escena de Siu Li y su sirvienta no aparece en ningún momento. Porque tampoco cuenta con demasiada relevancia.

Podría haber mantenido la escena de Siu Li con su sirvienta y dejar claro que la china está urdiendo un plan para debilitar a Alex y que de este modo sea más sencillo someterlo. Pero a mí me gusta crear impacto, que las escenas sean ágiles y que el lector deba leer un poco entre líneas. Si se lo damos todo masticado, ¿qué gracia tiene? Mi idea es que mientras vaya leyendo, se imagine un poco como fue que todo acabó desembocando en esa escena.

Me explico:

En El Puñal Sagrado, el capítulo en cuestión comienza con Alex inmerso en una pesadilla. Él es consciente de que está soñando, pero le resulta imposible despertar. Mi intención es crear esa tensión, el hecho de que no se sepa que lo llevó allí ni qué está pasando realmente. Crear confusión en el lector.

Una vez despierta, es Siu Li quien está a su lado y se burla de su debilidad. En realidad, no importa como la china llegó a la conclusión de que seria bueno debilitar a Alex jugando con su mente de ese modo. Lo importante aquí es lo que logra con eso.

La idea es hacer ver al lector la debilidad de Alex y como Siu Li influye en su estado de ánimo.

Dejar clara la personalidad de ambos sin tener que describirla.

Con esa simple escena ya nos queda claro de qué pie cojea cada uno y de lo que nos vamos a encontrar a medida que vayamos avanzando en la historia.

En conclusión: muestra, no describas. Ahí está la clave para crear escenas ágiles y llamativas.

Y ahora sin más, os dejo con la escena descartada. Espero que la disfrutéis.


ESCENA DESCARTADA DE LOS SALVATTORE – EL PUÑAL SAGRADO

SIU LI Y SU SIRVIENTA

Siu Li alzó la vista y se miró detenidamente en el espejo del tocador. En el reflejo pudo ver como la sirvienta peinaba su cabello azabache de forma mecánica y anodina. Hacía aquel ritual cada mañana, siempre a la misma hora, siempre durante el mismo periodo de tiempo.

Chascó la lengua y volvió a fijar la mirada en su propia imagen.

Vestía un vaporoso hanfu de amplias mangas, en color escarlata y blanco. La tela era de la más fina seda y los bordados habían sido realizados a mano con hilo de oro. Su piel de porcelana hacía resaltar el contraste con el tono del vestido y el ligero rubor de sus mejillas. Sus labios carnosos y aquellos ojos de un negro profundo convertían su rostro en el sumun de la belleza. Se observó mientras sonreía ligeramente, admirando su imagen reflejada en el espejo. Era toda una belleza asiática; así es como era y así es como le gustaba sentirse.

—¿Crees que soy hermosa?

—Por supuesto, mi señora —murmuró la mujer sin alzar la mirada―. Eres el ser más hermoso desde Yao Chi a Peng Lai y pasando incluso el propio Di Yu.

Siu Li asintió complacida.

—¿Crees que cualquier hombre moriría por poseerme?

—Eres la mujer más bella, mi señora. Cualquier hombre moriría por yacer entre tus brazos o que le brindases una simple mirada. No hay ser que no se sienta alagado por ser bendecido con tu mera presencia.

Siu Li soltó un grito de rabia y lanzó un bote de perfume contra el espejo. Este se hizo añicos.

La mujer se encogió sobre sí misma, pero siguió peinando los cabellos de su ama sin detenerse. A pesar del miedo, no podía dejar de realizar su trabajo. Ciento ochenta pasadas con el cepillo, así había sido siempre; así debía seguir siendo.

—¿¡Y porque ese estúpido no lo ve!?¿Por qué, Samiya? —Agarró a la mujer de un brazo y la obligó a ponerse frente a ella—. Siento como me miran el resto de los hombres, puedo notar su deseo. Pero él… ¡ese idiota me desprecia!

—No digas eso, mi señora. Solo es que aún no se ha dado cuenta de lo que se está perdiendo. Los hombres son torpes en tomar decisiones, y les cuesta expresar sus sentimientos.

No, Alex no era torpe, ni tampoco un ingenuo. El orgullo era su mayor problema. No era capaz de aceptar que la necesitaba, que ninguna otra mujer podía ofrecerle lo que ella. ¿Cuánto tiempo debía pasar hasta que comprendiera que no tenía más opciones que rendirse? Pero mientras la estúpida de Ardala y su tío siguiesen riéndole las gracias, él continuaría pavoneándose por ahí.

Era inaudito que prefiriese pasar el tiempo con esa escoria que con ella. Pero claro, a la Salvattore solo le enseñaba su cara más deseable, por eso es que todavía continuaba confiando en él. Si se enterase de que toda su vida era una simple patraña, ahí seguro que no se reiría tanto.

Dibujó media sonrisa y se cruzó de brazos.

—Estoy harta de esperar. Él debe volver a mí, y haré lo que haga falta para tenerlo. Me he cansado de esperar a que recapacite, me he hartado de que se escape entre mis dedos. Lo tendré a mis pies; aunque sea lo último que haga.

—¿Qué piensas hacer, mi señora?

—Le he dado un ultimátum. O se entrega a mí por propia voluntad o conocerá mi peor cara. Quizá ha llegado el momento de destapar todo este entramado.

—Si haces eso te odiará para siempre.

Sui Li hizo una mueca de despreocupación y se encogió de hombros.

—Que así sea. Prefiero eso a que se salga con la suya y siga campando a sus anchas. Me he cansado de seguirle el juego. Es un desagradecido. Si no llega a ser por mí, hace años que lo hubiesen descubierto, ¿y cómo me agradece? Siempre con desprecios, teniendo que pagar con algo cada vez que lo quiero en mi cama. ―Arrugó la nariz y frunció los labios en un gesto de desprecio―. ¿Por qué no me mira a mí como lo hace con Ardala? ¿Lo has notado?

―No sé…

―¡Claro que sí! Con ella siempre sonríe, mientras que yo recibo malas caras.

―Se conocen desde hace muchos años, mi señora, y siempre se han llevado bien.

―Ya. Porque no conoce su verdadera cara. Debería descubrirlo ante ella. A ver qué tal le sienta que todo ese teatro que se ha construido se desmorone ante sus ojos.

La sirvienta se mordió el labio inferior y dio otra pasada al cabello.

—Sé que carezco de autoridad para opinar… ―murmuró Samiya con la mirada clavada en el suelo―, pero no creo que sea buena idea ponerlo en tu contra, mi señora.

—¡Me tiene sin cuidado! —gritó— Estoy harta ¿me oyes? ¡Harta! Estoy cansada de sus malas caras y desprecios. De que me trate como simple basura. Es hora de que entienda de lo que soy capaz y hasta donde estoy dispuesta a llegar. Como atenté contra los Salvattore una vez, puedo volver a repetirlo, y en esta ocasión, no fallaré.

Apartó a la sirvienta de un manotazo y se incorporó. El amplio vuelo de su hanfu revoloteó a su alrededor como si levitara.

―Mi señora ―murmuró Samiya corriendo detrás de ella con el cepillo en la mano―. Siéntate, te lo ruego, aún faltan cincuenta y seis pasadas.

―¡Déjame en paz!

Siu Li comenzó a caminar por la enorme estancia. La rica decoración en rojo y dorado era muy similar a la utilizada en los palacios de la dinastía Ming, con estatuas de dragones de cinco garras, pesados cortinajes y un suelo de baldosas negras perfectamente pulido.

―Mi señora ―murmuró Samiya intentando seguirle el ritmo―, tanto estrés no es bueno para la piel.

―¡Al diablo con la piel! Si no es mío, no será de nadie. Haré que lo destruyan, ¿me oyes? Lo delataré a los dioses y les diré quién es realmente. Destruiré el imperio Salvattore al completo. Así dejará de reírse de mí para siempre.

―Quizá haya otra solución.

Siu Li frenó en seco y clavó su mirada en la sirvienta.

―¿Cuál?

―Por favor ―Samiya se arrodilló y le hizo una reverencia al estilo tradicional―, déjame terminar de cepillar tu cabello, mi señora. Mientras, te contaré mi idea.

La china respiró hondo y, todavía con escaso convencimiento, caminó hasta el tocador y volvió a sentarse.

―A ver, cuéntame.

La sirvienta se arrastró hasta su altura y haciendo una nueva reverencia, retomó su labor mientras hablaba:

―Si lo delatas ante los dioses, lo primero que harán será destruir su forma humana, y eso es lo que menos te interesa. Si destruyen a Alex, solo quedará… ―carraspeó un tanto nerviosa― Él. Y eso, mi señora, es catastrófico para tus planes. Si Alex desaparece nunca podrás volver a tenerlo en tu lecho, dejando aparte que, una vez liberado de pactos de silencio y demás, si por un casual se libra de los dioses, nada le impedirá ir a por ti.

―Continua.

―Lo mejor es conseguir su completa sumisión.

Siu Li soltó una carcajada.

―¿Y crees que no lo he intentado? Pero como viste, logró dar con el contra hechizo y librarse. Es más, creo que, si no lo hubiese encontrado, habría preferido perder su forma humana a hacer ese pacto de sumisión. Nunca va a dar su brazo a torcer, haga lo que haga.

La sirvienta continuó peinando el cabello de Sui Li.

Cuarenta y nueve, cuarenta y ocho…

―Es que quizá no has ido en buena dirección. Has intentado someter a Alex, pero… ¿Qué hay de hacerlo con el Innombrable?

Sui Li dio un respingo en el asiento.

―¿Estás loca? ―exclamó mirándola con una mueca de espanto reflejada en el rostro―. No sabes lo que dices.

―Por muy poderoso que sea, mi señora, no es invencible.

―Puede, pero Él ya no es el que conociste. Hace muchos siglos que no lo ves, quizá por eso desconozcas la magnitud de lo que estás proponiendo.

―Es verdad que no lo he vuelto a ver, pero también es cierto que, le guste o no, conocemos sus puntos débiles. El Innombrable tiene su talón de Aquiles y ese es Aita. Si consigues que el demonio te apoye, no le quedará más remedio que someterse a tu voluntad. Lo tendrás a tus pies, mi señora, a él y al resto de sus formas. Alex incluido.

―¡Si fuese tan sencillo! Aita no se deja influenciar con tanta facilidad. Es él quien lo quiere como su juguete, no me lo va ofrecer en bandeja ―soltó una risotada―. ¿Sabes lo que me ha costado que me lo deje de humano? No va a funcionar.

―De acuerdo, dejemos a Aita de lado. ¿Qué tal si vuelves a poner a Alex en el punto de mira de los dioses? Ve a una de las fiestas de Areh y recuérdales lo bien que lo pasaban con su mascota.

Sui Li frunció el ceño y jugueteó distraídamente con su labio inferior.

Quizá Samiya no iba tan desencaminada. No iba a resultar nada sencillo, pero tampoco es que dispusiese de muchas más opciones. Los dioses siempre estaban ansiosos de nuevos estímulos, y Alex nunca desaprovechaba la oportunidad de conseguir más poder. Le ofrecería una cantidad que no podría rechazar. Y una vez en la fiesta, lo tendría a sus pies.

―Podría funcionar ―murmuró.

―No será fácil, pero siempre puedes llevarlo al límite.

―¿A qué te refieres?

―Ponlo nervioso. Habla con Hipnos para que le induzca un sueño profundo. Ya sabemos lo mucho que Alex odia dormir.

―Continúa.

―Inmerso en las pesadillas será vulnerable y ahí será el momento en el que puedas atacar. Espera a que despierte y proponle que vuelva a una Fiesta de Areh. Aprovecha ese momento de debilidad para convencerlo de que es lo mejor que puede hacer.

―Suena bien…

―Ahora mismo es lo único que puedes hacer. No se someterá a ti por ningún otro medio.

―Lo haré ―musitó abrazándose a sí misma―. Iré a hablar con Hipnos y conseguiré que lo duerma.

Samiya asintió.

―Claro que sí, señora. Todo este esfuerzo tendrá su recompensa.

Siu Li se agachó, recogió uno de los pedazos de espejo que todavía estaban esparcidos por el suelo y se miró detenidamente. Alzó el mentón y tomó de nuevo su actitud altiva.

Era joven, bella y poderosa. Nadie, ni el propio Innombrable, tenía derecho a rechazarla.

Iba a hacer que acabase suplicando por ella, y no pararía hasta lograrlo.

―¿Cuántas pasadas de cepillo quedan?

―Quince, mi señora.

―Perfecto. Cuando termines, prepárame un baño y mi mejor hanfu. Hoy mismo le haré una visita a ese dios del sueño.

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